Poemas de Rubén Darío

Héctor M. Magaña

Rubén Darío, Selección poética. Editores Mexicanos Unidos (1998).

Hay autores que por ser lecturas obligatorias en escuelas son condenados a la repetición infinita y monótona de sus obras. Autores que fueron condenados al ámbito escolar y que no permiten una lectura creativa y seductora. Esto pasó con Rubén Darío que, desde la aparición de su poemario Azul en 1888, fue glorificado como renovador de la lengua española desde Luis de Góngora. Su destino como lectura obligatoria ha hecho que su obra no pueda ser disfrutada con toda la amplitud que merece. El poeta nicaragüense dejó la región latinoamericana para abrirse a lo universal, algo que muy pocos poetas lograron hacer.

Supo revivir lo mejor de Europa (la poesía simbolista y el verso alejandrino) para exaltar lo mejor de América (antiguas mitologías, poetas románticos, etc.). Como poeta supo revivir la maravillas del mundo clásico (con sus héroes, filósofos, dioses y etimologías) con el mundo fantástico lleno de hadas y seres del bosque. Un creador de sonetos que hablan tanto de la nostalgia, como de España y del presidente Roosevelt.

Vemos en Rubén Darío a un artista consciente de su época y de su sociedad pero capaz de deleitarse con la belleza de lo bucólico y lo fantástico. Un poeta que necesita salir de las aulas para seducir a sus lectores y para llevarlos a ese mundo de fantasía que se abre como posible. La lección del poeta es vital:

 

Ama tu ritmo y ritma tus acciones

bajo su ley, así como tus versos;

eres un universo de universos

y tu alma una fuente de canciones.

 

La celeste unidad que presupones

hará brotar en ti mundos diversos,

y al resonar tus números dispersos

pitagoriza en tus constelaciones.